martes, 7 de febrero de 2017

Los robots "inteligentes" ¿culpables de la pobreza futura?



Está calando la idea de que ordenadores, cada vez más inteligentes, dejarán sin medios de vida a una gran masa de la población. Hay muchas miradas ante el progreso pero, es probable que nadie añore el tiempo en que las máquinas segadoras no existían y miles de personas ganaban salarios míseros en un trabajo agotador. Quedan muchas tareas fatigosas y mal pagadas a la espera de herramientas que liberen a las personas que las hacen.
No es culpa de la tecnología el altísimo nivel de desempleo en España. Hay varias razones, pero algunas son muy claras. Por un lado, han desaparecido aquí trabajos que ahora lo realizan el mismo número de personas en países donde la legislación laboral es menos rigurosa. Por otro lado, es importante resaltar que también desaparecen empleos porque hace tiempo que las empresas pusieron a trabajar a sus clientes.
No hay apenas empleados para pagar las autopistas, ni el aparcamiento, ni para echar gasolina; también hay menos trabajadores en los supermercados. Cuando las grandes superficies ponen ahora sistemas para el auto-pago, están formando a los clientes para que, cuando sean hábiles en esta tarea, eliminar el puesto de cajera/o. Pero el cliente no recibe remuneración por la realización de esos trabajos. Tampoco los bancos retribuyen a sus clientes que hacen lo que antes hacían sus empleados (transferencias, compra y venta de acciones, … Las empresas parten de la premisa de que el cliente hará una parte de la tarea y de que adquirirá y mantendrá en buen uso la herramienta que necesita para hacerla (PC, móvil, tableta, ...).
El caso de las gasolineras es muy obvio. Ahora una persona por turno atiende una estación de varios surtidores y la tienda asociada. Tres personas para mantener operativo el negocio 24h. Y no, no ha sido la tecnología. El cliente tiene que ponerse los guantes y hacer lo que antes hacía una persona a pie de surtidor
La idea de prescindir de los trabajadores asalariados es una fantasía que sobrevuela desde hace mucho tiempo por los departamentos de recursos humanos. La subcontratación, por ejemplo, no es sino una manera de trasladar “el problema del personal” a otra empresa.
A veces se olvida que los inversores no invierten en las empresas para generar empleos, sino para obtener un beneficio económico. Tampoco los clientes parecen ser conscientes de que su poder de decisión en la manera de adquirir bienes y servicios es determinante para cambiar el rumbo del futuro que nos quieren ofertar.
Cierto que los ordenadores harán cada vez labores más complejas y sustituirán a las personas que las hacen ahora, pero también se necesitarán profesionales que estén muy bien formados para que los diseñen, construyan, mantengan, mejoren y supervisen.
También porque habrá herramientas cada vez más inteligentes, se podrán hacer cosas y abordar problemas que ahora ni siquiera se intentan.
La pobreza no es una derivada del progreso tecnológico, sino una consecuencia del afán de unos pocos de disfrutar en exclusividad de los avances científicos.

A pesar de la “inteligencia” de la que aparentemente se les dota a las máquinas, éstas no son responsables de la desigualdad en el reparto de la riqueza que son capaces de generar.

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