jueves, 8 de abril de 2021

Las vacunas y el sistema inmunológico.


 

Los médicos no son científicos, por lo que su criterio sobre las vacunas, tiene tanta credibilidad como la de cualquier ciudadano con cierta formación, preocupación y sentido común sobre este tema. Pero está claro que ni a los gobiernos ni a los médicos y mucho menos a la industria farmacéutica les interesa que sea el propio paciente el que tome el control y la responsabilidad de su propia salud. También resulta peligroso para todos ellos que algo tan simple como la alimentación sea más poderoso que todos los conocimientos sobre píldoras, vacunas y procedimientos tecnológicos.

Respecto a los científicos. La ciencia no siempre trabaja buscando la verdad y lo mejor para la humanidad. De todos es sabido que la ciencia está controlada por el dinero. En este caso por las grandes multinacionales farmacéuticas, que son los que la pagan (quien paga manda), y estas buscan sobre todo su beneficio económico. Todas las vacunas tienen algún efecto secundario y pernicioso para la salud. Y en el caso de las del COVID-19 hay razones para pensar que no estén suficientemente elaboradas por la precariedad en el tiempo y las nuevas tecnologías aplicadas en su elaboración, no suficientemente experimentadas. 

No creo que sea la mejor forma de fortalecer nuestro sistema inmunológico introduciendo en nuestro organismo adenovirus (vacuna AstraZeneca) para producir en las células un tipo de proteína extraña, o vacunas como la Pfizer y Moderna basadas en el ARNm para producir igualmente en las células una proteína que desencadene una respuesta inmunitaria. Si introducimos en nuestro organismo suciedad y toxinas, lejos de fortalecer a nuestro sistema inmunológico para defendernos de infecciones y enfermedades, más bien lo estaremos debilitando y nos haremos más vulnerables ante otras infecciones.

Si queremos fortalecer nuestro sistema inmunológico, hagámoslo de forma natural limpiando y no ensuciando nuestro organismo; basándonos en una alimentación a base de frutas, verduras, frutos secos, granos integrales, semillas y legumbres; hagamos ejercicio físico proporcionado a nuestra edad y físico; tomemos baños de sol siempre que podamos y limpiemos nuestro organismo especialmente los intestinos, hígado y riñones ya sea con la llamada hidroterapia del colon o enemas de agua para el colon, con tisanas de hierbas para los riñones y con la limpieza hepática y de la vesícula para el hígado y vesícula biliar como indiqué en otro correo. Y si estamos pasados de carnes, hagamos ayunos cortos de 24 horas o a base solo de frutas, un día a la semana.

El virus no lo es todo, es más bien el terreno (los tejidos que envuelven las células o los espacios entre ellas) el responsable en última instancia del desarrollo de las infecciones y dolencias. Por tanto, cualquier mejora que hagamos o introducimos en la calidad de los fluidos representa una reducción de las posibles enfermedades o infecciones que podamos contraer.

Los seres humanos somos organismos multicelulares, y la calidad de estas (las células) depende de los factores externos que condicionan su funcionamiento, la calidad de los nutrientes que recibe y la calidad del medio (el terreno) en el cual debe actuar. (Bruce H. Lipton).

Los virus y las bacterias infecciosas evitan de forma natural las zonas limpias y saludables, pues son lugares en los que no pueden prosperar. Por esta razón los gérmenes por sí solos no pueden ser responsables de una infección o dolencia. Esta sencilla verdad se pone de manifiesto en el hecho de que, estando todos los miembros de la sociedad expuestos a los mismos virus, sean los más mayores, por regla general, los que más padecen sus consecuencias y no los niños que lógicamente tienen el organismo mucho más limpio y menos contaminado.

Puede ser que las vacunas en principio evitan muchas hospitalizaciones, incluso muertes, pero también es cierto que pueden producir efectos muy negativos incluso muertes, complicaciones que desconocemos, por lo que no creo que sean una buena solución al problema del virus. Conocemos los efectos de algunas de ellas a corto plazo y algunos no son nada buenos, pero no a medio ni largo plazo, no sabemos los efectos secundarios o más bien directos que puedan tener, pues ni siquiera los científicos lo saben y si lo saben no nos lo van a decir.“Cualquier cosa, que la simple razón no pueda comprender, puede ser una patraña, por muy científica que sea” (Arnold Ehret).

Que cada uno haga sus valoraciones y que opte por lo que crea más conveniente.