martes, 26 de enero de 2016

Dificil lo tenemos.

Es estos convulsos tiempos de incertidumbre política, todo el mundo parece conocer el detalle de los posibles pactos entre los partidos que se han repartido el pastel electoral, porque con mucha contundencia se asegura lo que "será un desastre" o lo que "será lo adecuado y conveniente" para el bien de España y los españoles.

Un ejemplo de esas reflexivas conclusiones, derivadas de los minuciosos análisis políticos sobre los detalles de los posibles pactos, lo he escuchado esta mañana en una tertulia en la radio, en boca de uno de los contertulios, dirigente del PP:

"El PSOE tiene que decidir entre dos opciones: el avión a Venezuela o el tren a Europa".

Por lo que he oído después, parece que la expresión no le surgió de la cabeza de improviso a ese contertulio, sino que se trata de un latiguillo que a alguien se le ocurrió no sé cuándo, ha gustado y bastantes "portavoces" del PP lo sueltan con alegría y desparpajo en los medios.

Yo me he quedado pensando que, en eso de los viajes, es evidente que ni los destinos ni los medios de transporte son iguales para todos.

A mí, particularmente, no me apetece subirme a un avión con destino Venezuela, pero, a la vista de los visto en los últimos 4 años, mucho me temo que la alternativa no es un tren a Europa, sino un tren eterno, de movimiento perpetuo, moviéndose en círculos (como el de la película "Snowpiercer"), pero en el que hay vagones de lujo en los que viajan unos cuantos, y también  vagones de miseria, en los que viajan otros muchos.