viernes, 4 de marzo de 2016

Postureo.


¿Por qué se reunieron, si sabían que no iban a acordar nada?, se preguntan millones de españoles tras el encuentro Rajoy-Sánchez. Los tertulianos llaman «postureo» a lo que antes se llamaba paripé, mucho más sonoro y elegante. Pero fue más que eso: a Rajoy le interesaba demostrar que está dispuesto a entenderse con Sánchez y a Sánchez le interesaba demostrar que con Rajoy ni a rastras. Cumplido ese trámite, cada uno a lo suyo: Sánchez a montar su gobierno «progresista» y Rajoy a demostrar que tal gobierno es un bluff, para presentarse él luego. Se aceptan apuestas y aprovecho la pausa para mostrar mi disconformidad con la teoría de que Rajoy debe dimitir por su bien, el de su partido y el de España. Un día tendrá que hacerlo, pero cuando haya pasado el momento crítico que atravesamos. Hoy, no, por tres razones:
-Porque no veo en el PP a nadie, hombre o mujer, con su sangre fría, su capacidad de resistencia y su visión más allá del momento presente.
-Porque hacerlo ahora se tomaría como una huida, o derrota, no sólo de él, sino de su política, y un triunfo de los que quieren derribarle.
-Porque ello nos llevaría ipso facto al «gobierno de progreso» que Sánchez e Iglesias preparan: acabar con lo que llaman «austericidio», revertir todas las reformas que ha hecho el PP, dar por finiquitada la Transición e iniciar una nueva etapa que poco tendría que ver con la anterior y sí mucho con lo que estamos viviendo en las ciudades regidas por coaliciones coloridas e ineficaces ante los grandes problemas internos y externos que tiene nuestro país.
Y si queremos un adelanto de lo que nos espera, basta ver las imágenes de las calles de Atenas, donde se enfrentan campesinos y policías por los recortes que el Gobierno Tsipras ha tenido que hacer tras meterse donde le cupieran sus planes progresistas. O, sin ir tan lejos, recordar lo que hizo Zapatero cuando los auténticos centros del poder y del dinero le llamaron al orden. Con el añadido de que nosotros tenemos no sólo un problema económico, sino también uno territorial, que Iglesias pretende arreglar dando vía libre al «derecho a decidir» y Sánchez regresando al federalismo no de la Segunda República, sino de la Primera, aquella en la que Cartagena convirtió los cónsules en embajadores de sus respectivos países, como ya empieza a hacer la Generalitat catalana, algo que ni siquiera quieren mentar.

Es por lo que creo que Rajoy hace bien en mantenerse en el Gobierno, por provisional que sea, hasta que se aclare quién va a sucederle. Lo que ya no sé es si logrará mantenerse, dada la formidable coalición reunida contra él. De triunfar, los españoles tendremos que aprender lo que es de verdad una «democracia popular» y un «gobierno progresista». Algunos me tacharán de no haber hablado de la corrupción. No es por falta de ganas, sino de espacio. Es un tema tan amplio y grave que necesita un artículo para él solo. Prometido.