sábado, 8 de enero de 2011

La prensa catalana y su sometimiento a la "casta"


Conforman una "policía del pensamiento" al servicio del poder.

Es difícil encontrar en España y, probablemente, en todo el mundo occidental una prensa tan dependiente de los políticos y tan servil ante la "casta" como la catalana. Durante años, sus silencios y complicidades con el poder político han sido el pago por los dineros públicos que recibe del poder. Humanamente, es explicable el triste sometimiento del periodismo catalán al poder que le da de comer, pero, desde la óptica de la ética y de la democracia, ese sometimiento adulador y cómplice es lamentable y provoca verdadera nausea.

La prensa catalana, que ha ocultado, alterado o suavizado, casi de manera sistemática, dramas ciudadanos, errores políticos, corrupciones y tramas que implicaron siempre a la "casta" política catalana en los últimos años, entre las que destacan desfalcos y casos como los del Palau y Pretoría, así como grandes negocios urbanísticos e inmobiliarios, realizados por políticos destacados de CIU y del PSC, ha demostrado tras las últimas elecciones, con toda evidencia, que ya no sirve al ciudadano, sino a los políticos y que no difunde la verdad, sino la verdad del poder, que es muy diferente.

Muchos periodistas destacados en Cataluña ha dejado de ser informadores libres y democráticos para incorporarse a la "policía del pensamiento" al servicio de los poderosos, cuya principal misión es servir de altavoz al poder, lo que constituye una verdadera tragedia para una democracia que, sin una prensa libre y fiscalizadora del poder, deja de existir.

La forma como los grandes medios catalanes han cubierto la investidura de Artur Más, 129 presidente de la Generalitat, provoca vergüenza a los escasos periodistas que siguen creyendo en España que los dos primeros deberes del periodismo en democracia son decir siempre la verdad y vigilar y fiscalizar al poder político, para que no cometa abusos y se torne totalitario.

Consciente de que solo puede sobrevivir gracias al dinero y los favores de la "casta", la mayoría de la prensa catalana ha doblado la espalda ante Artur Mas, le ha adulado hasta la nausea y ha ocultado a los ciudadanos la gran verdad de que el nuevo presidente de la Generalitat es el jefe de un partido conocido en toda Europa por su afición a las comisiones ilegales y al dinero. El "partido del diez por ciento", le llaman los que conocen bien a CIU.

Quien desee comprobar el nivel de sometimiento, que lea El Periódico de Catalunya, donde se publica el reportaje Artur Mas: Imágenes de 15 días cruciales en el que no faltan los halagos y las adulaciones a quien ha sido, durante años, el jefe de un partido marcado por las financiaciones irregulares y por numerosos escándalos de corrupción, gran parte de ellos silenciados o minimizados por la prensa catalana sometida.

La prensa catalana es, probablemente, la más sometida de España a la política local, la menos independiente y la más servil ante la "casta" de los políticos, a la que sirve fielmente y de la que recibe el dinero y los favores que necesita para sobrevivir en estos tiempos de crisis, donde los lectores, desconfiados y cansados de manipulaciones y engaños, cada día creen menos en lo que dicen los periódicos, la radio y la televisión.

Si los periodistas españoles hubieran hecho sus deberes, España no sería hoy una cloaca. Ante el miedo a que los ciudadanos conozcan sus fechorías, las ratas, asustadas, se habrían escondido en sus madrigueras. Pero sin auténticos periodistas que digan la verdad y denuncien los abusos y corrupciones del poder, los miserables se tornan impunes y tienen todo el campo libre para cazar.

El periodismo libre es la columna vertebral de la democracia, pero el periodismo sometido es el sostén de la tiranía. El periodismo español está enfermo porque hay demasiados profesionales que han renunciado a la independencia, que no propagan la verdad, sino la verdad del poder, que es muy distinta, y que se han sometido a cambio de dinero, privilegios o, lo que es todavía peor, en espera de ser recompensados por los poderosos.

Aquellos periodistas que aportan luz, información independiente y verdad, son los guardianes de la democracia, pero los que se han sometido son "los perros del poder.