lunes, 11 de junio de 2018

Moción de censura y democracia.



Con la moción de censura presentada por el PSOE a Mariano Rajoy. Podemos entrar a criticar el oportunismo de Pedro Sánchez y sus ganas desmesuradas de llegar a presidente del gobierno, sea como sea, y como lo ha conseguido.
Podemos entrar a criticar a todos los partidos políticos, pues todos conocían, hace tiempo, las corruptelas del PP ,y ninguno había hecho nada hasta ahora; como igualmente muchos de ellos conocen las suyas, sus corruptelas,  especialmente el propio PSOE y el PDe CAT. Ósea que el tema de la corrupción no es nuevo ni exclusivo del PP, la corrupción es sistémica, está presente en la sociedad y especialmente en todos los partidos políticos que de alguna manera han tenido o tienen poder en alguna institución del Estado.
También podemos criticar a los nacionalistas que en cuanto tienen ocasión hacen lo que pueden para sacar el máximo provecho del Estado, al que entre otras cosas quieren destruir. Caso del PNV, que después de sacar una buena tajada al gobierno en los Presupuestos del Estado, con el cupo vasco, al día siguiente lo deja tirado formando una piña con los que solo buscan debilitar y destruir al Estado, y con los que, sospechosamente, dejan quererse por ellos.
Aparte de lo anteriormente expuesto hay cosas que en otras ocasiones pasan más desapercibidas, pero ahora quedan más al descubierto como es la elección del presidente del gobierno en una moción de censura, donde se elige presidente sin mayoría de diputados de un solo partido. En el Estado de partidos son los jefes de partido quienes eligen al jefe del ejecutivo y no los ciudadanos como debería ser en una auténtica democracia, ni siquiera podemos decir que lo eligen los diputados, ya que estos carecen de libertad de voto, por mandato imperativo de su propio partido; esto último prohibido por la propia Constitución Art. 67.2. Por lo tanto, queda claro que los ciudadanos en ningún caso tienen la elección de elegir a sus propios gobernantes. Y por otra, que los partidos políticos no cumplen ninguno, en la mayoría de los casos, la Constitución que tanto reclaman.
En el Estado de partidos también queda claro que el poder ejecutivo y el legislativo son la misma cosa. El partido político, que solo o acompañado por otros, obtiene la mayoría en el Parlamento (poder legislativo), puede formar gobierno (poder ejecutivo). Y por tanto el presidente de gobierno puede ejercer el poder de gobernar y legislar a su conveniencia. No hay separación de poderes, imprescindible en toda democracia. Ni tampoco independencia del poder judicial, toda vez que al Fiscal General del Estado y Tribunales de Justicia los elige también el gobierno de turno y el parlamento respectivamente.
Por otra parte, si el poder legislativo echa abajo al poder ejecutivo, bien sea por corrupción, por una pésima gestión o abuso de poder; el legislativo, también tiene que disolverse, inmediatamente después, y convocar unas nuevas elecciones. Lo mismo debería ocurrir, pero a la inversa, si fuera el gobierno (poder ejecutivo), el que por alguna cuestión grave como no aprobar los Presupuestos del Estado o bloqueo de iniciativas del gobierno por el parlamento, fuera este el que disuelve al legislativo. Los poderes se deben de controlar unos a otros para que no haya abuso de poder por ninguno de ellos, pero no tiene que haber preponderancia de uno sobre otro. Si uno de los poderes disuelve al otro, el que disuelve tiene también que disolverse inmediatamente después, para que sea el pueblo el que, en unas nuevas elecciones, separadas lógicamente, elija de nuevo a los dos.
Queda claro que no tenemos democracia y que todo es demagogia y mentira. En definitiva, lo que tenemos es una oligarquía de partidos que gobiernan y se reparten el poder entre ellos, haciendo participes a los cuídanos de su propio engaño.