lunes, 7 de marzo de 2016

La izquierda que conocí.


Bueno, estamos en una época en la que en aras a la libertad de expresión se cometen todo tipo de sandeces, por decirlo suave, de pésimo gusto y de peor educación plenamente democrática.
Está juzgándose la acción de la Srta./Sra. Rita Maestre, por cierto y como todos sabemos unos hechos con una alta carga intelectual, sin duda alguna de una profundidad narrativa al alcance de muy pocos.
En el Ayuntamiento de Barcelona y con motivo de una entrega de premios, la irreverencia innecesaria, totalmente innecesaria, se elevó a la categoría de poesía, cuando se declamó un Padrenuestro de índole sexual, aplaudido y muy celebrado por los asistentes, alcaldesa incluida.
El Ayuntamiento de Madrid permitió que en el centro cultural Eduardo Úrculo del barrio de Tetuán, pudiera montarse una exposición de "coños", dándose la paradoja de que era lugar de paso de niños que asistían a otras actividades.    Posteriormente ha sido retirado, pero, ¿qué clase de Cultura es la que guía a ese consistorio?, cabe preguntarse.
Hoy mismo, el juez de la Audiencia Nacional, D. Fernando Andreu, desestima la consideración de delito a la pitada al Himno Nacional, que una buena parte de los seguidores de mi club, FC Barcelona, y del club adversario, Atleti Club de Bilbao, en la final de la Copa del Rey, todo ello en aras a que "la libertad de expresión es la piedra angular de los principios de la democracia".
Parece ser que el citado juez no tuvo que pensar demasiado, ya que esgrime que en el año 2009 tuvieron lugar unos hechos similares, y que en aquella ocasión el juez D. Santiago Pedraz, no vio ningún indicio de delito, archivando la causa.   
Por supuesto, no cabe ninguna duda, tanto el caso de los "titiriteros gilipollas", como la "concejala intelectual", como la "poeta pornográfica", como el /la responsable "GenitArte", no tendrán ninguna consecuencia, absolutamente ninguna, seguirán el mismo camino que la pitada a los símbolos.   
Para ello disponemos de jueces, ahormados en la indolencia, acomodados en el relativismo, y plenamente equidistantes entre lo justo y lo injusto, no se trata de impartir justicia con estricta observación del Código Penal, cuánto de cobrar la nómina a final de mes con las menores preocupaciones posibles. No interesa, no es rentable, no tiene futuro, esforzarse, arremangarse, y tratar de dictar justicia si ello va en contra de la dictadura disfrazada que la pseudo-progresía viene imponiendo en nuestra sociedad.
Y lo peor de todo, lo que lamento, es que la izquierda que conocí en los años 70 y 80, la que posteriormente gobernó frecuentemente el país en los años posteriores, una parte actualmente no sé si por torpeza o por un denigrante cálculo de supuestos beneficios electorales, lamentablemente bendice por dejación cuando no directamente con aprobación, estos pronunciamientos altamente bochornosos.
Por simple coyuntura de edad, conocí otra izquierda, con la que por cierto y en mis años mozos compartí anhelos y esperanzas, conocí a personas, hombres y mujeres altamente respetables, con los que la discrepancia no llegó nunca al insulto y al menosprecio.    Suponiendo que el fondo era similar, eran otras las formas, en los que la mayor o menor radicalidad se expresaba de muy distinta manera a la actual.

Bueno, solo el futuro nos dirá si la estupidez, la mala educación, el insulto gratuito, el escarnio pretendidamente positivo, en definitiva, el odio y el menosprecio por sistema, forma parte de una época o se quedará definitivamente instalado entre nosotros.

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