Es preciso reconocerle a Baltasar Garzón el éxito de haber aparecido, una vez más, en el New York Times y en otros notables medios internacionales, pero el mensaje que el juez y sus hooligans han conseguido colar allí es tan negativo respecto a los españoles que resulta siniestro.
En efecto, este desgraciado asunto ha sembrado la idea de que en treinta años de democracia los españoles hemos sido incapaces de lidiar con el pasado, que la Transición fue una bajada de pantalones, que la Guerra Civil es un tema tabú y que buena parte de la derecha sigue siendo franquista. Un hatajo de mentiras.
La Ley de Amnistía (Ley 46/1977), contra la cual estos hooligans han puesto un especial empeño negando su vigencia, pues “los crímenes de guerra y los de lesa humanidad son imprescriptibles y por ello ninguna ley ‘de punto final’ es válida”. Pura propaganda.
El único texto vinculante en materia de crímenes contra la Humanidad está en el convenio que se elaboró y aprobó en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas (Resolución 2391 –XXIII- de 26 de noviembre de 1968), que no contiene codificación alguna de normas de Derecho Internacional. Es un Tratado-ley que sólo obliga a los Estados ratificantes, que han sido apenas una cincuentena, entre los que no está España… ni Estados Unidos, ni países importantes de la Unión Europea. Por lo tanto, la ley española de amnistía no se opuso a ninguna otra norma de origen internacional que la contradijese.
Por otro lado, el Tratado por el que se instituyó el Estatuto de la Corte Penal Internacional establece - en su artículo 11- que esa Corte sólo tendrá competencia respecto de crímenes cometidos después de su entrada en vigor, lo cual deja fuera los crímenes del franquismo y también, por cierto, aquéllos que pudieran haber cometido las autoridades republicanas.
Ahora va a resultar que la reconciliación nacional- defendida por la izquierda en vida de Franco y puesta en práctica por todos en el periodo constituyente- sólo era una cobardía.
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