Decir
a los políticos nacionalistas catalanes, y a otros muchos que dicen que no lo
son, que el idioma español está marginado en la enseñanza y en las
instituciones catalanas, es ir en contra de los catalanes, es ir en contra del
pueblo, en contra de Cataluña. Pues lo mismo ocurre ahora con los políticos que
gobiernan en Andalucía con el tema de la enseñanza. Decir que los niños
andaluces llevan dos años de retraso con relación a otras autonomías y que son
los más atrasados en España, al menos en algunas materias, es acusar a los
niños andaluces de ese retraso, es insultar a los andaluces, es ir en contra de
Andalucía. Cuando en realidad los culpables tanto en un caso como en otro son
los políticos, los que quitan o ponen más o menos recursos para que sucedan
estas cosas. En una palabra, son los políticos y no el pueblo los que crean las
condiciones para que surjan estos y otros problemas. Además, tanto en un sitio
como en otro (Cataluña y Andalucía), están gobernando los mismos desde el
inicio de lo que ellos llaman democracia. Alguna responsabilidad tendrán.
Cuando
hay algo que funciona bien, ya sea en la gestión pública o en la civil, los
políticos en seguida intentan apuntarse el tanto, airean todo lo que pueden
cualquier logro de la sociedad y aunque ellos no hayan intervenido en nada, lo
exponen como si fueran ellos los verdaderos protagonistas, que han dado lugar
con sus políticas a conseguir ese logro que lo consideran suyo. Cuando algo va
mal o crea problemas en la sociedad, los políticos intentan acallarlo,
ocultarlo no quieren que se hable de ello y lejos de reconocer sus errores y
rectificar, se empecinan en sus malas actuaciones, cargando contra quien lo denuncia
y lo expone a la luz pública, acusándolo de insultar o de ir en contra del
pueblo al que siempre ponen de pantalla, cuando son ellos.