El spot publicitario de la lotería de este año nos
cuenta la historia de Juan, el hombre al que le toca la lotería cada 22
de diciembre, pero no es feliz. Un día decide compartir el décimo con la joven
que ve todos los días en el mercado. Ahora si es feliz.
Aunque consideremos que esto solo puede suceder en la
ficción; existe ese “Juan” que no es ficción. Veamos los sucesos improbables
que se han dado a lo largo de la historia para que el “décimo de la vida” haya
sido premiado en multitud de ocasiones.
Todo comenzó hace unos 13.700 millones de años, cuando
nuestro Universo comenzó su andadura de una forma brillante (BIG BANG).
Nuestro “décimo de la vida”, fue premiado con cinco constantes
universales, finamente ajustadas, para permitir la aparición de un Universo
que albergase vida. Estas constantes dirigen la formación de núcleos de
hidrógeno, durante el Big Bang, la formación de Galaxias, estrellas, planetas
rocosos y las especiales características de todos los elementos químicos que
conocemos… Cualquier ligera variación de sus valores numéricos nos lleva a un
Universo sin la complejidad necesaria para el desarrollo de la vida.
Después de este premio, tuvimos que esperar unos 9.000
millones de años para que a nuestro décimo le tocara el siguiente. Una
nebulosa, situada en una región muy especial en una de las 100.000 millones de
galaxias que componen nuestro Universo, colapsó y dio origen a nuestro sistema
solar. La composición de esa nebulosa contenía un 71% de hidrógeno, 27% de helio
y 2% de metales (con despreocupada indiferencia hacia las sutilezas
químicas, los astrónomos llaman metales a los elementos más pesados que
el helio). Esta justa proporción de elementos químicos y la ubicación especial
en la Vía Láctea, condujeron a la emergencia de un metabolismo primitivo,
origen del ancestro común de todos los seres. El Sol se encuentra a 27.000
años-luz de distancia del enorme agujero negro, que es Sagitario A, situado en
el centro de la Vía Láctea, a salvo de las peligrosas explosiones de radiación
gamma que barren esa región central.
No contentos con ese importante premio, recibimos el
siguiente. La Tierra se formó hace 4.500 millones de años en el lugar apropiado
para tener una temperatura templada y agua líquida. Contamos además con un
campo magnético que repele la peligrosa radiación cósmica y una tectónica de
placas que va reponiendo los nutrientes en la superficie y, a la vez,
estabiliza la temperatura. Estas excelentes condiciones planetarias se las
debemos también a la luna que evita, entre otras muchas cosas, que el eje de la
Tierra se bambolee en exceso. No es normal que un planeta de nuestras
dimensiones, haya atrapado un satélite de las dimensiones de nuestro
inseparable compañero: la Luna
La vida primigenia fue también otro golpe de suerte a
nuestro “décimo de la vida”, después de tan solo 1.000 millones de años de la
formación de la Tierra. Pero las células más complejas tardaron 2.000 millones
de años más en surgir, gracias a la fusión fortuita, otro golpe de
suerte, de dos células para formar una “célula eucariota”. Los 30 billones de
células que componen nuestro cuerpo son células eucariotas, consecuencia del
premio ese singular suceso.
Aún con estos golpes de suerte, debieron de pasar
cientos de millones de años hasta que la vida pluricelular recibiera el
premio gordo de la “explosión cámbrica”. La explosión cámbrica es la
aparición repentina (desde un punto de vista geológico) y rápida
diversificación de organismos macroscópicos multicelulares complejos en los
inicios del periodo Cámbrico, hace unos 500 millones de años.
Evolucionar de una especie primitiva a otra más
evolucionada necesita de la coincidencia de muchos hechos favorables.
Ahora bien, la historia de la humanidad está escrita en nuestro ADN (un libro que
contiene 3.200 millones de letras de longitud), por lo que resulta posible
determinar los premios gordos que hemos recibido desde que nos separamos de
nuestros primos, “los chimpancés”, hace 7 millones de años. Dado que estos
parientes nuestros, que viven solo en el África central, muestran más
diversidad genética que los seres humanos, que habitan en los extremos
opuestos del mundo; esto solo puede significar que todos nosotros descendemos
de una pequeña población de humanos, que recibieron el premio de la
supervivencia a las varias catástrofes acaecidas a lo largo de nuestra historia
pasada.
Los estudios de ADN determinan la existencia de dos
premios gordos. Hace 150.000 años la población humana se redujo a unos pocos
miles de parejas reproductivas y hace 70.000 años, de nuevo, la población se
redujo a unos aproximadamente mil individuos.
Que nuestra especie sobreviviera, floreciera hasta
convertirse en una sociedad tecnificada y creciera hasta los 7.000 millones de
personas; hijos de solo unos mil individuos, es en definitiva, el último premio
gordo recibido en toda esta historia.
Posiblemente, nadie en el Universo haya recibido
tantos premios gordos como nosotros y por ello, probablemente, no haya otro
“Juan”. A pesar de esto, como Juan, no somos felices; como dice el “spot”, el
mejor premio es compartir… ”esta milagrosa cadena de coincidencias”
entre todos los seres humanos.
¡¡¡ Feliz Navidad !!!