Está calando la idea de que ordenadores, cada vez más
inteligentes, dejarán sin medios de vida a una gran masa de la población. Hay
muchas miradas ante el progreso pero, es probable que nadie añore el tiempo en
que las máquinas segadoras no existían y miles de personas ganaban salarios
míseros en un trabajo agotador. Quedan muchas tareas fatigosas y mal pagadas a
la espera de herramientas que liberen a las personas que las hacen.
No es culpa de la tecnología el altísimo nivel de desempleo
en España. Hay varias razones, pero algunas son muy claras. Por un lado, han
desaparecido aquí trabajos que ahora lo realizan el mismo número de personas en
países donde la legislación laboral es menos rigurosa. Por otro lado, es
importante resaltar que también desaparecen empleos porque hace tiempo que las
empresas pusieron a trabajar a sus clientes.
No hay apenas empleados para pagar las autopistas, ni el
aparcamiento, ni para echar gasolina; también hay menos trabajadores en los
supermercados. Cuando las grandes superficies ponen ahora sistemas para el
auto-pago, están formando a los clientes para que, cuando sean hábiles en esta
tarea, eliminar el puesto de cajera/o. Pero el cliente no recibe remuneración por
la realización de esos trabajos. Tampoco los bancos retribuyen a sus clientes
que hacen lo que antes hacían sus empleados (transferencias, compra y venta de
acciones, … Las empresas parten de la premisa de que el cliente hará una parte
de la tarea y de que adquirirá y mantendrá en buen uso la herramienta que
necesita para hacerla (PC, móvil, tableta, ...).
El caso de las gasolineras es muy obvio. Ahora una persona
por turno atiende una estación de varios surtidores y la tienda asociada. Tres
personas para mantener operativo el negocio 24h. Y no, no ha sido la
tecnología. El cliente tiene que ponerse los guantes y hacer lo que antes hacía
una persona a pie de surtidor
La idea de prescindir de los trabajadores asalariados es una
fantasía que sobrevuela desde hace mucho tiempo por los departamentos de
recursos humanos. La subcontratación, por ejemplo, no es sino una manera de
trasladar “el problema del personal” a otra empresa.
A veces se olvida que los inversores no invierten en las
empresas para generar empleos, sino para obtener un beneficio económico.
Tampoco los clientes parecen ser conscientes de que su poder de decisión en la
manera de adquirir bienes y servicios es determinante para cambiar el rumbo del
futuro que nos quieren ofertar.
Cierto que los ordenadores harán cada vez labores más
complejas y sustituirán a las personas que las hacen ahora, pero también se
necesitarán profesionales que estén muy bien formados para que los diseñen,
construyan, mantengan, mejoren y supervisen.
También porque habrá herramientas cada vez más inteligentes,
se podrán hacer cosas y abordar problemas que ahora ni siquiera se intentan.
La pobreza no es una derivada del progreso tecnológico, sino
una consecuencia del afán de unos pocos de disfrutar en exclusividad de los
avances científicos.
A pesar de la “inteligencia” de la que aparentemente se les
dota a las máquinas, éstas no son responsables de la desigualdad en el reparto
de la riqueza que son capaces de generar.