Los que en teoría saben más de estas cosas, científicos y
médicos, muchas veces más que aclararnos las cosas, hablando un lenguaje que
todo el mundo pueda entender, lo que hacen es confundir más a la gente de lo
que ya está. Y es que no siempre la ciencia y la medicina están o buscan lo
mejor para la humanidad, el bien común, la verdad y la ética, a veces hay
intereses opuestos a todo lo anterior que difícilmente son capaces de obviar.
Las enfermedades infecciosas no solo dependen de los
microorganismos que la provocan, sino también o quizás mayormente del medio o
entorno celular de nuestro organismo. A mayor suciedad, toxicidad, dentro de
nuestro cuerpo, mayor facilidad y proliferación de infecciones, y peores
consecuencias o secuelas. Los microbios no prosperan en zonas limpias sino todo
lo contrario en zonas sucias y acidas, de hecho, cuando los niveles de
toxicidad son extremadamente altos estos (virus, bacterias, etc.) se reproducen
de forma descontrolada y rápida porque nuestro organismo les proporciona
alimentos y un buen medio para vivir. Cuando el equilibrio acido-alcalino (pH)
del cuerpo tiende a la acidez aumenta nuestra posibilidad de infección y sus
malas consecuencias, y por el contrario cuando el pH del cuerpo tiende a la
alcalinidad menos posibilidades hay de infectarse y en todo caso con menores
consecuencias. El pH refleja la acidez o alcalinidad del terreno donde se
encuentran las células de todo nuestro organismo, el de la orina suele oscilar
de entre 4,6 a 8. Siendo el pH ideal el neutral o ligeramente alcalino (7/7,3).
Como es lógico pensar la acidez está relacionada claramente
con los alimentos que digerimos y con la suciedad que vamos acumulando con el
paso del tiempo dentro de nosotros mismos. Por tanto, es recomendable, bajo mi
punto de vista, para fortalecerse y no dar cancha a ningún microorganismo
infeccioso, tomar alimentos que produzcan la menos acidez posible, como las
frutas, verduras, frutas secas y en todo caso legumbres por aquello de las
proteínas, y menos carne, pescado, productos enlatados, lácteos y azucares,
entre otros que, acidifican fuertemente el organismo. Y si es posible y nos
atrevemos, limpiarnos por dentro haciendo limpiezas hepáticas, de colon,
riñones y pequeños ayunos.