El presidente Rajoy, declaró ayer, solemnemente, ante unos
2.000 empresarios de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), que
en el primer semestre de 2017 España recuperara el PIB (Producto Interior
Bruto) que tenía antes de la crisis.
Pues muy bien; alcanzado ese logro, ya no hay de qué
preocuparse.
Esta mañana he oído de pasada, en la radio, una breve
referencia a una crítica que hizo Robert Kennedy, en plena campaña de las
elecciones presidenciales norteamericanas de 1968, a la idea falsa de usar el
PIB, y su crecimiento, como medida del grado de bienestar que puede tener un
país.
He buscado en los
cajones del tío Guguel y he dado con la cita de Bob Kennedy. La dijo en un
discurso que pronunció el 12 de marzo de 1968 (qué casualidad; justo el día en
que yo cumplí 15 años) y aparece en el libro “El arte de la vida”, de Zygmunt
Bauman:
"Nuestro PIB tiene en cuenta, en sus cálculos, lo que
genera la contaminación atmosférica, la publicidad del tabaco y las ambulancias
que van a recoger los heridos en nuestras autopistas. Registra los costes de
los sistemas de seguridad que instalamos para proteger nuestros hogares y las
cárceles en las que encerramos a los que logran irrumpir en ellos. Contempla la
destrucción de nuestros bosques y su sustitución por urbanizaciones caóticas y
descontroladas. Incluye la producción de napalm, armas nucleares y vehículos
blindados que utiliza nuestra policía antidisturbios para reprimir los
estallidos de descontento urbano. Recoge los programas de televisión que ensalzan
la violencia con el fin de vender juguetes a los niños.
En cambio, el PIB no refleja la salud de nuestros hijos, la
calidad de nuestra educación, ni el grado de diversión de nuestros juegos. No
mide la belleza de nuestra poesía, ni la solidez de nuestros matrimonios. No se
preocupa de evaluar la calidad de nuestros discursos políticos, ni la
integridad y la honradez de nuestros representantes. No toma en consideración
nuestro valor, nuestra sabiduría o nuestra cultura. Nada dice de nuestra
solidaridad, ni de nuestra generosidad, ni de la dedicación a nuestros
semejantes y a nuestro país.
En una palabra: el PIB lo mide todo excepto lo que hace que
valga la pena vivir la vida".
Robert Kennedy murió asesinado el 6 de junio de 1968, unas
cuantas semanas después de haber dicho estas palabras, y como dice Bauman en su
libro, “de haber declarado su intención de restituir la importancia de lo que
hace que la vida merezca la pena”.