Le doy vueltas y vueltas a esta cuestión, oigo y veo lo que
publican los medios, escritos y tv, oigo y veo las declaraciones del
representante de la OMS (Organización Mundial de la Salud), sigo dándole
vueltas y más vueltas, y no me "cuaja", me preocupa lo ya acontecido,
me preocupa por todo el mundo, me preocupa por las personas que quiero, me
preocupa por mí mismo (algo menos), sigo dándole vueltas y algo hay que sigue
sin "cuadrarme".
¿Qué está pasando que periódicamente salta una preocupación
sanitaria mundial?, no es necesario relatarlas, pero viene ocurriendo, ha caído
un artículo en mis manos que a continuación transcribo, no es científico, no,
no es literariamente ninguna joya, no, pero no es pretenciosamente ni
tranquilizador ni alarmista, es sencillamente una opinión que se basa
principalmente en establecer una comparativa entre hechos irrefutables y la
atención que merecen, lo comparto en una buena parte:
El coronavirus y la sociedad de la mentira global.
Durante el año pasado se registraron en España 277.000 casos
de cáncer. La mitad de los enfermos
morirán en un plazo inferior a cinco años, sufriendo durante el resto de su
vida un calvario indecible de idas y venidas al hospital, de quimio y
radioterapia, de dolor y sufrimiento y de miedo indescriptible. En una sociedad avanzada y civilizada, las
investigaciones para curar o paliar el cáncer, las enfermedades cardíacas y las
degenerativas deberían ocupar un lugar preeminente, dedicándoles todos los medios
económicos posibles. Del mismo modo,
en un mundo civilizado y justo, la Organización Mundial de la Salud, en vez de
callar, debería denunciar los precios altísimos de los tratamientos para esas
enfermedades que están arruinando a los sistemas estatales de salud, declarar
la libertad de todos los países copiar cualquier medicamento que sirva para
mejorar la vida de los enfermos y condenar el reparto mafioso y monopolístico
de los nuevos tratamientos por parte de los grandes laboratorios. No lo hace, mira para otro lado, y la
curación de esas enfermedades que tanto dolor causan a tantísima gente se
pospone hasta que la mafia quiera.
El año pasado murieron en España por accidente laboral casi
setecientas personas, resultando heridos de gravedad o enfermos debido al
trabajo varios miles de personas. Las
causas están claras, precariedad laboral, jornadas interminables, destajo,
escasas medidas de seguridad y explotación.
Ningún organismo estatal ni mundial alerta sobre el deterioro de las
condiciones de trabajo ni esas víctimas, que podrían haberse evitado con muy
poca inversión, abren los telediarios ni ocupan más de su tiempo.
En 2019, seis mil españoles murieron de gripe, una enfermedad
tan común como el sarampión que mata
todos los años a miles de personas en África sin que la OMS exija a los Estados
miembros que aporten las vacunas necesarias -que valen cuatro perras- para
evitar ese genocidio silencioso. Al
fin y al cabo, la mayoría son negros.
En 2018, más de cuarenta mil personas murieron en España por
la contaminación ambiental, siendo directamente atribuibles a esa misma causa
el fallecimiento de ochocientas mil personas en la Unión Europea y casi nueve
millones en el mundo, aparte de los millones y millones que padecen
enfermedades crónicas que disminuyen drásticamente su calidad de vida.
En 2017 más de seis millones de niños murieron de puta hambre
en el mundo mientras en los países occidentales se tiran a la basura toneladas
y toneladas de alimentos. Ese mismo año, más de dos mil millones de personas
trabajaron jornadas superiores a 15 horas por menos de 10 euros al día. Ningún
informativo, ningún periódico, ninguna radio lleva días y días insistiendo
machaconamente en esa tragedia que martiriza a diario a media humanidad y
amenaza con llevarnos a todos a condiciones de vida insufribles.
Hace unas semanas surgió en una región de China un virus que
causa neumonía y tiene una incidencia mortal menor al uno por ciento. Los medios de comunicación de todo el
mundo, acompañados con las redes sociales de la mentira global, decidieron que
ese era el problema más terrible que había azotado al mundo desde los tiempos
de la peste bubónica del siglo XIV que diezmó la población de Europa en casi un
tercio. No hay telediario, portada de periódico por serio que sea o red social
en la que el coronavirus no ocupe un lugar preferente y reiterativo hasta la
saciedad, como si no tuviésemos bastante con las enfermedades ya conocidas que
matan de verdad a muchísima gente después de largos periodos de sufrimiento y
tortura vital. No sé cómo surgió ese
nuevo virus, tampoco si es nuevo, carezco de conocimientos científicos para
ello, lo único que sé es lo que cuentan los especialistas, y es que apenas mata
ni deja secuelas importantes. Pese a
ello, a que lo saben, los informativos siguen creando alarma a nivel mundial.
¿Por qué?
No creo que nada de lo que pasa en el mundo sea por
casualidad, ni que los informativos ignoren inocentemente el número de muertos
por guerras absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres. Vivimos un tiempo de relevos, la potencia
hegemónica -Estados Unidos- tiene por primera vez desde el final de la Guerra
Fría un serio competidor que se llama China.
Ese competidor fue alimentado desde los años ochenta por las potencias
occidentales debido a su enorme población, a su pobreza y a los salarios
bajísimos de sus trabajadores. Han
pasado cuarenta años y lo que entonces pareció una decisión magnífica para
acabar con los Estados del Bienestar, abaratar costes e incrementar riquezas de
modo exponencial, ha tomado otro cariz y ahora esa potencia pobre produce casi
el 18% de todo lo que se fabrica en el mundo y está en disposición de dar el
gran salto que la coloque en como primera potencia mundial, algo que será
inevitable haga lo que haga Trump y sus amigos porque tienen el capital, la
tecnología y la mano de obra necesaria.
La suspensión del Congreso Internacional de Móviles de Barcelona
-Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido
en años sucesivos- no se debió al coronavirus, sino a la exhibición que las
grandes tecnológicas chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G. Se trataba de impedir de cualquier manera
que los chinos pudiesen demostrar que hay campos en los que ya están por
delante de Estados Unidos y, por supuesto, de Europa. No hay otra explicación ni otra razón. Con la cancelación del congreso de
Barcelona y la información apocalíptica sobre las consecuencias de la expansión
del coronavirus se daba un paso más en la nueva guerra fría que se ha inventado
Donald Trump, dejando claro a China que todo vale en la guerra y que su ascenso
al primer puesto les va -nos va- a costar sangre, sudor y lágrimas.
El coronavirus es una enfermedad que no arroja datos
alarmantes, primero porque no se expande al ritmo de las grandes epidemias que
ha sufrido el mundo, segundo porque tampoco los porcentajes de mortandad son
equiparables a los de otras plagas como la “gripe española”. Sin embargo, y dentro de un lenguaje
medieval, se está intentando crear pánico a escala global y por eso cada día
nos cuentan el nuevo caso que se ha descubierto en Italia, Croacia, Malasia o
Torrelodones, uno por uno, haya dado muestras de quebranto o no. Se trata de alimentar el bicho del miedo a
escala global con fines estrictamente políticos y económicos, y nunca antes
como hoy, en la sociedad de la desinformación, han existido tantos medios para
imponer las mentiras como verdades absolutas al servicio de intereses
bastardos. El coronavirus no es el fin
del mundo ni nada que se le parezca, es una enfermedad normal, como tantas y
con poca mortandad, pero la manipulación mediática interesada puede llevarnos a
una crisis de consecuencias devastadoras.
Ya digo, lo comparto en una buena parte, no en todo, se nota
un sesgo de izquierdas, ya, pero eso es lo de menos, intentar aproximarse a la
verdad razonable no tiene ideología, y si la tuviera (que no la tiene) no
debería importar. Agradecería cualquier
opinión al respecto, sea desde el punto de vista científico o desde la
vertiente más sospechosamente política, o ambas, sea para compartir o sea para
rebatir lo aquí planteado.