Todo es política y por tanto queramos o no, la política, tiene una influencia enorme en nuestras vidas a tal punto que pudiéramos decir que la política de una forma o de otra rige nuestras vidas. La economía, la sanidad, la enseñanza, la seguridad (en las calles, en el trabajo, en la sociedad en su conjunto), las leyes y normas de convivencia que tenemos (la justicia), el trabajo y los salarios de los trabajadores, las pensiones de los jubilados, la tan cacareada igualdad y libertades que tenemos o no tenemos, acaso no están relacionadas con la política. En una palabra, el bienestar o la incomodidad en que vivimos está relacionado con la política, y si todo está relacionado con la política porque nos resistimos tanto hablar de esto o lo rechazamos como si fuera algo que se escapa a nuestras manos, como si no tuviéramos nada que ver con ello y lo dejamos exclusivamente en manos de los políticos, limitándonos simplemente a votar cuando nos lo dicen y como mucho salir a protestar cuando igualmente alguien no lo pide.
Hablar de política no es solo hablar de ideologías, de políticos o religiones, es hablar de todo lo que nos pueda afectar en nuestra calidad de vida, y la de nuestros sucesores o siguientes generaciones, analizando las causas y el origen de los problemas que tenemos para sí es posible influir de alguna manera en mejorar o en todo caso no empeorar, es por tanto más bien una obligación moral y cívica que tenemos con nosotros mismo y con la sociedad donde vivimos.
Dejar la política exclusivamente en manos de los políticos es como dejar nuestra salud exclusivamente en manos de los médicos, como si nuestra propia salud no fuera cosa nuestra, cuando en realidad es algo exclusivamente de nosotros y los médicos lo más que pueden hacer es echarnos una mano y ayudarnos en casos extremos.