Versiones hay tantas como colores. Algunas originales, otras
de marcado corte nacionalista; pocas se sustentan en hechos históricos, aunque
muchas dicen hacerlo, pero la pregunta es siempre la misma: ¿Por qué se llama
polacos a los catalanes?
Una interpretación basada teóricamente en hechos
documentados dice que en el siglo XVII existía un floreciente comercio maderero
entre Polonia y la Península Ibérica. Los carros repletos de troncos llegaban
por tierra hasta Marsella, donde naves catalanas recogían el cargamento y a los
comerciantes polacos con destino a los puertos de Andalucía, donde se
construían los barcos con destino a las colonias americanas. Debido a la
barrera idiomática, los marineros catalanes apenas llegaban a comprender la
palabra “czarny [charne]”: negros o morenos de piel; que interpretaban como que
los polacos querían llegar hasta los españoles del sur, y de aquí provendría el
actual apelativo que los catalanes dan a los inmigrantes españoles “charnegos”.
Al mismo tiempo, los andaluces empezaron a aplicar a todos los que venían en
las naves el adjetivo de “polacos”. Y de allí hasta hoy.
En cambio, sí otorga más credibilidad a que ya en el siglo
XVIII se llamaba “polacos” a los individuos de uno de los dos bandos en los que
se dividían los aficionados madrileños en los teatros. Dicho grupo era el más
escandaloso, por lo que el término se traspasó a los políticos catalanes que en
el siglo XIX acudían a la capital española a reclamar y pedir para Cataluña con
similar exasperación.
Una teoría muy cercana es la de José Luis Gómez Urdáñez,
Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de La Rioja. En Madrid, a
mediados del siglo XIX, existían en los ambientes políticas dos insultos
recogidos en un diccionario de términos de la época y en diversos diarios de
sesiones: turronero y polaco. El primero era el que iba a las Cortes a llenarse
los bolsillos, o sea, a por el turrón. En cambio, el polaco era el que pedía
para su causa particular, en especial, la de su región. Como los más
insistentes eran los catalanes, mientras que en los Congresos y Tratados
internacionales de por entonces eran los polacos (ya que Polonia no existía y
siempre exigían su reconocimiento), se les llamó del mismo modo, pues se
parecían. “Siempre mostrando sus miserias de patria sin nación”, finaliza
Gómez.