"Un espectro se cierne sobre la humanidad: el espectro del fin del trabajo. Siendo limitada la capacidad de consumo del ser humano, es inevitable que los constantes aumentos de productividad derivados no solo de la tecnología, sino también de la generalización mundial de la mentalidad productivista, acaben encontrando un rígido cuello de botella: somos incapaces de consumir todo lo que somos capaces de producir. Vemos continuamente a nuestro alrededor las consecuencias de esta fatal colisión: una constante disminución de las horas trabajadas per cápita y una persistente devaluación del trabajo.
Dicha devaluación nunca sería un problema en sí mismo. Lo que lo convierte en problemático es que nuestro modelo económico está basado en las rentas del trabajo, principal ingreso de la inmensa mayoría de la población. (De hecho, quienes disponen de rentas del capital como ingreso preponderante suelen disimularlo, por tratarse de una condición socialmente reprobada.)
¿Podemos concebir una humanidad sin trabajo? Muchos lo negarán: no solo es el trabajo consustancial al ser humano, sino su principal fuente de dignificación y un requisito de la salud mental. Sin embargo, lo contrario del trabajo no es necesariamente la ociosidad ni la molicie, ya que es posible mantenerse activo haciendo cosas que solo producen placer y no una retribución económica.
¿Qué podemos hacer? Las alternativas parecen ser cinco:
1) Negar el problema. Quizá los números están mal, quizá nuestra percepción es engañosa... Confiemos en que la tecnología, que fue creada para eliminar trabajo, haga surgir paradójicamente nuevas formas de trabajo. Esta es la "falacia del abanico": no pasa nada porque los robots eliminen puestos de trabajo, pues se necesita gente para abanicar los robots (que tienden a calentarse en exceso).
2) La exclusión social de quienes se queden sin trabajo. (Alternativa que parece moralmente repugnante, pero debe ser considerada en vista de su tipicidad histórica.)
3) Una economía socialista: el estado poseería la titularidad de los medios de producción y de su producto, que sería repartido entre las personas según sus necesidades y no en función de su trabajo.
4) Una economía capitalista con Renta Básica Universal, sufragada con los impuestos pagados por los productores.
5) Una economía capitalista de propietarios. Todas las personas poseerían una cierta cantidad de capital, de cuyas rentas vivirían.
Debatiremos sobre estas las alternativas y su viabilidad real, y analizaremos el tipo de sociedad que surgiría de cada una de ellas no solo en el aspecto socioeconómico, sino también en el moral y en el cultural".