La historia comienza en marzo de 2018 cuando el físico español, Pablo
Jarillo-Herrero, subía a la tribuna de oradores en el congreso anual de la
Sociedad Americana de Física. La sala era espaciosa pero estaba abarrotada de
científicos que habían acudido a escuchar en primera persona cómo el
equipo del físico español, había descubierto un exótico comportamiento en el
grafeno. Material formado por láminas de carbono de un solo átomo de espesor.
Pablo se sentía como una estrella del Rock. Su equipo había conseguido
convertir al grafeno en un superconductor, propiedad que anula cualquier
resistencia al paso de la corriente. Giraron dos láminas de grafeno un ángulo
mágico (1, 1º) y se produjo el milagro: primero se transformó en un aislante
perfecto y al aplicar un campo eléctrico, la corriente circuló sin resistencia.
Nadie lo había conseguido hasta el momento y Pablo estaba eufórico y su
audiencia sorprendida por el hallazgo.
Colocar con un cierto ángulo mágico dos capas atómicas de carbono no
superconductoras y que de repente apareciera la superconductividad, era
desconcertante y al mismo tiempo esperanzador para conseguir la
superconductividad a temperatura ambiente. De momento esta propiedad solo
aparece a muy bajas temperaturas.
Transmitir energía eléctrica sin pérdida de ningún tipo y a temperatura
ambiente sería una auténtica revolución tecnológica.
Pablo Jarillo acaba de ser galardonado con el prestigioso Premio Wolf de
Física de este año. Los premios Wolf en física y química, que se otorgan
anualmente desde 1978, son considerados los premios más prestigiosos después
del premio Nobel. Un tercio de los ganadores de estos premios han sido
posteriormente premio Nobel. Este reconocimiento lo comparte con los dos
investigadores que predijeron el enorme potencial del grafeno bicapa girado: el
canadiense Allan H. MacDonald y el israelí Rafi Bistritzer.
Este físico español trabaja en Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)
como profesor e investigador.