Hace unos días,
la policía española detuvo a Hervé Falciani, para su posible extradición a
Suiza, a pesar de que lleva (o llevaba) más de 5 años viviendo en nuestro país,
protegido por la justicia española.
Suiza lo reclamó a España hace 6 años cuando
huyó de aquel país estando procesado por su célebre filtración de datos de
cuentas bancarias del HSBC, por la que fueron identificados unos 130.000
evasores fiscales de todo el mundo, pero la Audiencia Nacional denegó, en 2013,
la entrega de Falciani, por un motivo muy sencillo y muy “de actualidad”:
en España no se considera delito lo que este ejecutivo de la banca había hecho
en Suiza, pero allí es algo gravísimo, porque poner en riesgo la confidencialidad
de los datos de los miles y miles de chorizos, corruptos, mafiosos,
defraudadores y millonarios sinvergüenzas varios que tienen ocultos sus botines
de procedencia inconfesable en cuantas bancarias opacas en Suiza, es, para ese
país, algo absolutamente imperdonable, toda vez, ya que en esa indecente
opacidad de las cuentas bancarias se basa buena parte de la opulencia económica
de aquel país.
Y ahora, incluso tres años después de que la
sentencia del juicio contra Falciani en Suiza fuera firme en 2015, y sin que
haya ocurrido absolutamente nada nuevo que modifique las circunstancias que
existían entonces, precisamente ahora, se cursa una nueva orden de detención a
España y la policía española detiene a Falciani.
Digo “sin que haya ocurrido absolutamente nada
nuevo que modifique las circunstancias que existían entonces” con triste
ironía, porque mucho me temo que sí ha existido algo nuevo. Lo que ha existido
es que hay dos personas, Anna Gabriel y Marta Rovira, líderes del
independentismo catalán, huidas de la justicia española, que están “refugiadas”
en Suiza, precisamente en Suiza, donde se creen (o se creían) a salvo, porque
los delitos por los que se las acusa en España, no están contemplados en el
ordenamiento jurídico del país helvético.
¿Acaso la detención de Falciani forma parte de
una componenda judicial de alto nivel entre España y Suiza, de una especie de
bochornoso “QUID PRO QUO?: Tú me entregas al (para mí) imperdonable filtrador
de datos bancarios y yo te entrego a los (para ti) imperdonables independentistas…
y todos contentos.