No hay sensación más ingrata para los ciudadanos en general y para los empresarios en particular que la de advertir que la clase política no percibe la gravedad de los problemas que nos aquejan ni el carácter excepcionalmente negativo de la coyuntura
En concreto, resulta descorazonador comprobar cómo la bajada del rating de la deuda española por Standard & Poors ha sido interpretada como un simple contratiempo que, además de injusto, apenas si alcanza una significación política en términos de prestigio.
Quienes estamos en el día a día de la economía, padeciendo la adversidad, constatando la dificultad de acceder al crédito, comprobando, en fin, la caída de la demanda y de las fuentes de financiación, sabemos perfectamente que este descenso de la calificación que merece el Reino de España representa créditos más caros y todavía más escasos.
Además, mientras se agrava nuestra posición, los líderes políticos se dispersan por los cerros de Úbeda como si viviéramos en el mejor de los mundos. En Cataluña, Gobierno y oposición conspiran para derribar al Tribunal Constitucional para que no llegue a la conclusión de que el Estatuto es parcialmente inconstitucional; dos centenares de alcaldes del PP se han manifestado para exigir más financiación, como si la escasez fuera fruto de mala voluntad; y los ilustres senadores, políglotas algunos de ellos, nos asombran con su pretensión de que el Senado instale un carísimo servicio de traducción simultánea?.
La decadente superestructura política española está fallando, no se halla a la altura de los graves retos del presente y no entiende la grave amenaza de futuro que nos ronda. Quizá fuera conveniente que nuestros políticos sintieran en la nuca el aliento explícito de la grave indignación que muchos sentimos ante estas evidencias que son fruto de la dejación y de la incapacidad.
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