Las terminales mediáticas de la izquierda andan escandalizadas
por la pocilga, según ellos, en que se está convirtiendo la política española.
Resulta curioso, chocante y hasta jocoso ver a los mismos personajes que se
rasgaban las vestiduras por cuestiones similares o menores a las que hoy nos
ocupan, tratando ahora de disculpar de todo y por todo a los ministros
«bonitos» de Sánchez, que no del PSOE. Es probable que en algunos casos no les
falte razón, pero no emplearon la misma vara de medir cuando acosaban a los
ministros de Rajoy. La coherencia sigue siendo un valor en política, y también
en el periodismo. Sería bueno que ellos contribuyesen también a serenar este
país y a sus voceros, e invitasen a reflexionar acerca de cómo se arrasan
honores, presunciones de inocencia y reputaciones, en muchas ocasiones en
nombre de una falsa libertad de expresión. Igualmente, habría que recordarles a
Sánchez, sus socios y sus corifeos mediáticos que fueron ellos quienes dejaron
el nivel del debate público donde está. Y ahora nos encontramos con una opinión
pública híper susceptible y exigente, junto a la clase política más mediocre
desde 1977.
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