Samir Khalil es un
sacerdote jesuita egipcio experto en islamología
Análisis sobre el
islamismo del experto islamólogo Samir Khalil, egipcio, sacerdote jesuita,
profesor de Historia de la cultura árabe y de islamología en Beirut y en Roma.
Propone soluciones para llegar el entendimiento entre musulmanes y europeos
pero avisa de que el Islam, incluso el que no es yihadista, siempre buscará el
poder político. «Los musulmanes han de aceptar vivir en Occidente con las
condiciones de la cultura europea», afirma.
- ¿Cree que los
musulmanes pueden cambiar el modo que tienen de vivir su religión musulmana?
- Sí, siempre y
cuando Europa se afiance en defender su identidad, la carta universal de los
derechos humanos. Esa carta es universal, no como la que hace unos años
hicieron algunos países musulmanes, una carta musulmana de los derechos
humanos. Con esa identidad, Europa puede tener apertura.
»Y los musulmanes
han de aceptar vivir en una Europa con las condiciones de Europa, no viniendo a
promover en Europa un proyecto musulmán utilizando el esquema tolerante
europeo, que está muy extendido entre los musulmanes. Europa es estúpida si no ve eso, si no se da
cuenta de que pueden usar la tolerancia para islamizar Europa.
- ¿Cómo se
islamiza una sociedad no islámica?
- Cuando van
adquiriendo fuerza social, los musulmanes exigen que las leyes les reconozcan
como minoría distinta, y cuando de una minoría de un cinco o diez por ciento
llegan a tener ya la presencia de un treinta por ciento, como el caso de
Malasia o de Mindanao en Filipinas, exigen la islamización de la sociedad. Y
cuando el islam ha ido adquiriendo zonas de poder e influencia, nunca
retrocede. España ha sido el único caso en la Historia.
»La única
posibilidad que yo veo de modernizar el islam es que cuando las siguientes
generaciones de inmigrantes en Europa vean que pueden vivir su fe sin modificar
el marco social y político, acepten esa posibilidad.
- ¿Cómo vive la
minoría cristiana en un país musulmán?
- La religión
islámica está pensada magníficamente como control social y político. La
convivencia es siempre como minoría y con la tendencia a desaparecer, aunque
algunos líderes islamistas están dándose cuenta de que es negativo para ellos.
»Los cristianos
árabes somos plenamente árabes, aunque no compartamos la fe musulmana. Somos
más libres que los musulmanes, puesto que podemos aportar una mirada crítica
sobre la realidad. Actualmente nos ven como posibles aliados o espías de
Occidente, y nos dirigen las mismas acusaciones que dirigen al imperialismo
occidental.
»La línea del
entendimiento con ellos, que es la de Juan Pablo II, es la de la defensa de los
derechos humanos, de la justicia social. En materia social hay un profundo
entendimiento entre musulmanes y cristianos, porque hay un visión del hombre
coincidente en muchos elementos.
- ¿Qué significa
España para un árabe cristiano?
- Para nosotros,
España es un símbolo. Europa y Occidente no tienen ya la experiencia de vivir
con un grupo dominante de presión constante en nombre de la religión. Además,
el islam, históricamente, nunca ha retrocedido en aquellos lugares en los que
se ha ido asentando, a excepción de España. España es el único caso en el que
un pueblo cristiano recuperó lo que los musulmanes le habían arrebatado.
»Además, la
Reconquista no fue una cruzada, los árabes -también los musulmanes- nunca
hablamos de «cruzada», hablamos y hablan de las guerras de los francos, de los
amalfitanos y de los venecianos luego. Se ve como la sucesión normal de los
acontecimientos y de las relaciones entre los pueblos en aquel momento
histórico. Para mí, España representa la reacción católica de un pueblo,
consciente de su identidad, que pone los medios aptos para recuperarla.
- Entonces, ¿qué
piensa de las revisiones históricas que rechazan ese hecho?
- Me sorprende que
los occidentales y sobre todo los españoles nieguen eso. La Historia está hecha
de flujos y reflujos. Hoy Europa no hace autocrítica, que es buena, sino que
hace autodestrucción porque no quiere asumir su historia. Asumir la propia
historia es distinguir lo bueno de lo malo pero sentirse orgulloso de que sea
esa su propia historia, sin rechazarla.