Siempre me ha resultado curioso, aparte de infantiloide y
pueril (aunque no demasiado sorprendente), esa especie de "complejo de
superioridad académica" que tienen muchos de los insignes representantes
de la derecha política española y de sus voceros mediáticos y que, de manera
más o menos expresa o tácita, reflejan en sus manifestaciones públicas. No hay
más que oír al ínclito Paco Marhuenda, director del diario La Razón, todos los
sábados en la tertulia de “La Sexta Noche” o, por ejemplo, a los insignes radiopredicadores
Federico Jiménez Losantos y César Vidal Manzanares.
Una forma de exteriorizar ese “complejo” es descalificar y
tratar de desacreditar a los líderes políticos de los partidos adversarios,
especialmente los de la izquierda, cuando carecen de titulación universitaria,
como si eso los incapacitara para ser buenos dirigentes políticos y gestores
públicos.
Pero, claro, cuando algunos de los suyos carecen de “pedigrí
académico”, la solución es falsear y manipular su currículum, porque no pueden
presentarlo a la opinión pública como un mindundi que, por incapaz para dar más
de sí en los estudios, abandonó el Instituto en el bachillerato o la
Universidad en primero o segundo de carrera
Un caso realmente patético es el del líder del PP andaluz y
candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía en 2015, Juan Manuel Moreno
Bonilla. En la imagen puede contemplarse la curiosa evolución de su currículum
desde 2000 a 2008, en las fichas que presentó su partido al Congreso de los
Diputados en las tres legislaturas:
•En el año 2000 era “Licenciado en Dirección y
Administración de Empresas”
•En el año 2004 solo tenía “Estudios en Dirección y
Administración de Empresas” (por lo visto había extraviado el título).
•En el año 2008 ya ni estudios universitarios; solo tenía un
Máster en Dirección y Administración de Empresas (EADE). Por cierto, ese
“Máster” era un cursillo de 40 tardes.
Y conste que, dicho lo cual, en mi opinión, ni tener un
título universitario es garantía alguna para ser un buen gestor político, ni
carecer de un título universitario incapacita a nadie, por definición, para
ser un buen gestor político.
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