Nadie ha sabido verlo hasta ahora, ni los parlamentos ni los
tribunales. Tampoco los ciudadanos lo conocían. El primer organismo de la
República Independiente de Cataluña no es la Agencia Tributaria Catalana, que
se presenta como el primer gran objetivo de la ‘hoja de ruta’ soberanista para
conquistar el control absoluto de la economía. Tampoco es la Oficina de
Fiscalidad Internacional que ya se ha propuesto, ni ninguno de los otros
organismos que el 'president' Puigdemont incluye en ese espacio etéreo de
alegalidad que denomina “periodo de transición de la posautonomía a la
preindependencia”.
La primera institución que ha creado el independentismo
catalán comenzó a funcionar hace 30 años, en paralelo con la autonomía, y se
llama el Ministeri del Temps. Como en la celebrada serie de Televisión
Española, pero con objetivos distintos. La misión que tienen quienes trabajan
en el Ministerio del Tiempo de Cataluña no es garantizar que nadie pueda
modificar el pasado, sino lo contrario: se trata de adentrarse en el tiempo
para cambiar la historia y atribuirle al independentismo las raíces y la épica
que nunca ha tenido.
Del primer trabajo del Ministeri del Temps todavía se tiene
constancia por los libros de texto de Secundaria que se emplean en Cataluña y
por la misma página web de la Generalitat. Con viajes sucesivos a los siglos
previos a la Baja Edad Media, se fueron introduciendo cambios sutiles y
decisivos para pasar progresivamente de los acuerdos y alianzas entre el Reino
de Aragón y el Condado de Barcelona a la “corona catalano-aragonesa”, en primer
lugar, y posteriormente a la “casa real catalana”.
A partir de ese momento, con esos cambios en la historia, ya
empezaron a aparecer en conferencias y seminarios, en libros de texto y en
discursos políticos, nuevos reyes, como Pere III, antiguo Pedro III de Aragón,
que conquistó Sicilia, o su padre, Jaume I, antes Jaime I, que pasó de ser rey
de Aragón a “un monarca muy importante para la historia de Cataluña” porque
“conquistó cuatro reinos y creó lo que denominamos los Países Catalanes”. Esa
es la literalidad que figura en los libros del sistema educativo catalán y en
las webs oficiales, sin duda alguna uno de los mejores trabajos de los hombres
y mujeres que trabajan en el Ministeri del Temps de Catalunya.
Conviene subrayar esto último, que el trabajo del Miniteri
del Temps en el sistema educativo es uno de sus mejores trabajos, porque sin
esa base social y cultural, todo lo demás hubiera sido imposible. Cuando la
creencia popular asume como cierto que existió un Reino de Cataluña, culto y
exquisito, que fue arrasado vilmente por el imperialismo español en la Guerra
de 1714, es posible introducir luego todos los demás cambios nominales sin que
nada chirríe.
Miguel de Cervantes pasa a llamarse Miquel de Servent de la
misma forma que Cristóbal Colón se llamaba Cristòfor Colom, como aquel
dirigente de Esquerra Republicana de hace 20 años, que hacía pareja con Pilar
Rahola, que también iba para reina de Catalunya pero los patearon a los dos en
una de las guerras intestinas de la formación. Una época, por cierto, en que
Esquerra Republicana no pasaba de ser una fuerza política residual, que no
aspiraba a sacar más representación que un solo diputado en el Congreso y una
decena en el Parlamento de Cataluña. El gran error de Colom y Rahola, por
ambiciosos, fue no esperar a que diera sus
rutos el Ministerio del Tiempo catalán y por eso no
alcanzaron la gloria de sus predecesores, desde Carod Rovira hasta Junqueras.
El último trabajo del Ministeri del Temps se ofrecía ayer
mismo en El Confidencial: el Cid también era catalán y fueron, por ello, los
catalanes los principales impulsores de la Reconquista. La tesis, que ha sido
presentada en forma de libro en el XV Simposio del Descubrimiento catalán de
América, es verdaderamente revolucionaria porque, sin pretenderlo, el
independentismo se ha pasado tanto de vueltas que está a punto de hacerse el
harakiri.
A ver, sabemos bien que toda idea nacionalista o
independentista necesita del agravio para subsistir. Sin la referencia del otro
como culpable de todos los males internos, no es posible alimentar un discurso
de independencia porque carecería de sentido. En el caso de Cataluña, se trata
de una sola idea que se extrapola a todos los campos: “España nos roba”.
Mientras que la apropiación histórica se limitaba al Reino de Aragón, las
estrategias independentistas se nutrían constantemente del agravio que
necesitan porque en esa tesis España aparecía como invasora y opresora, la
eterna responsable del desfalco catalán, la maldita Castilla.
Pero ¿qué pasa ahora si resulta que esa misma España es obra
de Cataluña? ¿Cómo se explica a los escolares que, en realidad, han sido
distinguidos personajes de linaje catalán quienes construyeron la España que
les han enseñado a repudiar? Y, sobre todo, ¿qué necesidad hay de acabar con
España, de romper con España, si la historia de Cataluña no tiene mayores
logros que la creación de este reino grandioso, España, que, después de que
Cristòfor Colom descubriese América, alcanzaría el esplendor que nunca ha
logrado ningún otro Imperio de la historia? Seguro que en el Ministeri del
Temps no habían calculado estas consecuencias. De tanto viajar por el túnel del
tiempo, de tanto modificar hitos, de cambiar nombres y reescribir batallas, han
acabado enredados en el bucle de una historia común. En su delirio, los ha
atrapado una conclusión letal para el independentismo: Espanya es indisociable
de Catalunya.
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