Tras las
municipales y autonómicas, los socialistas no han hecho otra cosa que
perjudicarse gratuitamente. Las muchas tonterías que han hecho Pedro Sánchez y
sus barones han colocado a aquél en la desairada situación de que, para ser
presidente del Gobierno, tendrá que hacer todo lo que le pida Pablo Iglesias,
da igual que sea bailar la conga por los pasillos del Congreso que presentarse
in puribus a la investidura. Y es que los muy mentecatos no se han dejado alternativa.
Tan sólo Susana Díaz estuvo lo suficientemente lista como para no depender de
Podemos. Los constantes desplantes al PP, la expresada voluntad de no querer
tener nada que ver con Rajoy, los insultos y las acusaciones de corrupción,
cuando en la casa socialista hay de eso a calderadas, tan sólo han servido para
cerrarse esa puerta negociadora. Una puerta que, de seguir abierta, muy bien
podría haber sido empleada como arma negociadora en sus reuniones con los
bolivarianos, pues le habría permitido amenazar con arrojarse en brazos del PP
cuando las exigencias de Iglesias fueran tan excesivas como finalmente han
sido.
Los barones, por su parte, habiéndose encumbrado a las
poltronas de sus respectivas regiones apoyándose en los hombros de los
podemitas, han enmudecido súbitamente cuando les han amenazado con dejarles
caer, y ya no hay líneas rojas ni referéndums que Pedro Sánchez no pueda
tragar. De modo que tampoco le cabe al secretario general del PSOE alegar ante
Pablo Iglesias que no puede aceptar lo que le exige, no porque no quiera, sino
porque sus barones no se lo permitirían.
Podría Pedro Sánchez concluir que qué más da con tal de ser
presidente del Gobierno. El argumento sería convincente si no fuera porque, de
aceptar lo que Pablo Iglesias exige, aparte de irse España al garete, que es
cosa que cabe sospechar que no le preocupa, también se iría el PSOE con el
mismísimo Pedro Sánchez a la cabeza, ya que el presidente de facto sería Pablo
Iglesias y el socialista no pasaría de ser en ese Gobierno un incómodo adorno
que tirar a la basura cuando llegaran las siguientes elecciones.
Sánchez ha caído en la trampa soviética que Iglesias y
Errejón le han puesto y ahora ya no sabe cómo salir de ella. Ni siquiera ir a
nuevas elecciones es una solución, pues ya auguran las encuestas que el PSOE
pasaría a ser tercera fuerza, por detrás de Podemos. Lo único que le cabe es
convencer a Iglesias y a Errejón de que hagan unas renuncias cosméticas a sus
demandas y confiar en que, una vez investido, pueda hacerse con las riendas
desde la Moncloa. Pero todos sabemos quién sería en tal caso el verdadero
presiente. Que Cornejo vaya preparando a Iglesias los trajes que necesitará
para cada ocasión, mientras a los demás nos alquila las enlutadas vestimentas
con las que acudir al velatorio del PSOE si Susana Díaz y sus 25 diputados
andaluces no impiden que se produzca el anunciado suicidio asistido.
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