Volvía yo tranquilamente después de dar
un paseo por el parque cuando pisé algo blandito y de tamaño contundente que
campaba a sus anchas en el centro centrísimo de la acera. Y cuál fue mi
sorpresa al descubrir que acababa de ser el
afortunado receptor de «mucha suerte».
Desde aquel día vengo jugando a la
lotería por aquello que se dice que pisar mierda da suerte.
Gracias a los dueños de esos benditos
perros que dejan tan suculentos regalos, por cada paso que das en un tramo de
300 metros puede haber dos o tres
pasteles esperando a ser pisados por un despistado como lo fui yo.
Gracias al Ayuntamiento por permitirlo.
Gracias por permitir que mis nietas jueguen al insólito juego de «sortear las
cacas» y se diviertan de veras. Gracias por todos esos días de lluvia en los
que te sientes completamente
«suertudo» porque, sin duda, la suerte
te va a acompañar a casa en tus suelas. Gracias a mi mujer por preguntarme qué
podemos hacer y terminar compartiendo mi alegría. Gracias al civismo y la
solidaridad, la higiene y el sentido común que hacen de la calle lo más
gratificante que uno pueda encontrar.
Les invito a todos a darse un paseo si quieren
que sus vidas den un vuelco. Nada de estampitas ni amuletos, vengan a pisar
toda la fortuna que les podemos ofrecer en mi barrio.
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