Si la derecha estuviese gobernando en este momento, España
estaría en una situación de crisis política y social de tales dimensiones, que
los problemas de orden público que sufrieron las calles de Barcelona hace unos
meses quedarían en nada frente al caos que la izquierda habría sembrado en las
principales ciudades del país.
En España hay un movimiento de extrema izquierda que forma
parte del Gobierno, ostentando varios ministerios y una vicepresidencia, y
dentro de dicho conglomerado de partidos políticos radicales y antisistema, la
voz cantante la llevan marxistas leninistas que explican con desparpajo que
querrían implantar en España una dictadura chavista como la que ha arruinado a
Venezuela. Una gente tan irresponsable y tan hecha a la algarada callejera, que
al segundo día en que, desde todos los balcones del país, se aplaudía el
heroísmo de quienes están en la primera línea de la crisis sanitaria, ya
organizaban caceroladas paralelas contra el Rey. Si ese es su sentido de unidad
en medio de esta situación y formando parte del Gobierno del Reino, los podemos
imaginar en la oposición.
Si la derecha gobernase, los partidos de izquierda y los
secesionistas no habrían dado su apoyo al estado de alarma. Habrían dicho que
era un exceso y un atentado contra la democracia y las autonomías.
Si la derecha gobernase, la izquierda se habría movilizado
contra el estado de alarma, calificado como antesala de un golpe de estado
militar, y habrían llamado a la movilización y la guerrilla callejera,
especialmente en Cataluña y el País Vasco, pero también en el resto de España.
Si la derecha gobernase y hubiesen aparecido en televisión los
cargos políticos rodeados por los jefes de la cúpula militar y policial
uniformados, habrían confirmado los portavoces de la izquierda que se trataba
de un golpe militar encubierto y habrían calificado de golpista al gobierno
legítimo.
Si la derecha gobernase, todos los medios de comunicación
públicos y privados de alcance nacional, todos ellos con el típico sesgo
izquierdista que tanto daño hace a la credibilidad de la prensa occidental,
estarían emitiendo continuamente imágenes de cadáveres -que no vemos en estos
días- de enfermos hacinados, de sanitarios desesperados por la desorganización
y la falta de medios, de parados angustiados, de empresarios en la ruina, de
trabajadores autónomos llorando porque no saben con qué pagaran en el
supermercado el mes que viene, mientras que les exigen impuestos y tasas
injustificables. Pero nada de esto aparece en estos días en una televisión
subvencionada y manipulada por el Gobierno y sus agentes políticos.
Si la derecha gobernase, estaríamos viendo continuamente en
televisión la historias de tantas familias desesperadas porque no saben dónde
están sus familiares, que entraron enfermos en el hospital y ahora se ha
perdido su rastro y nadie les dice si están vivos o muertos, ni dónde están sus
cadáveres.
Si la derecha gobernase, se les llamaría asesinos por los más
de 15.000 muertos. Mentirosos porque posiblemente la cifra sea más del doble.
Ladrones porque seguro que a la corrupción de las comisiones se debe la torpeza
y el retraso en la llegada de material sanitario. Genocidas porque mueren más
los pobres que los ricos y porque existe sanidad privada, a la que un político
de izquierdas puede acudir sin sonrojo, pero que sería un acto de soberbia
criminal si lo hiciera un político de derechas.
Si la derecha gobernase, España estaría en este momento sumida
en el caos callejero que tanto aprecia esa extrema izquierda que está en el
Gobierno, y no se podría contar siquiera con la lealtad de un PSOE, cada día
más escorado hacia el extremismo revolucionario de sus socios que centrado en
las posturas socialdemócratas de sus mejores épocas.
Así que hay que alegrarse de que ahora gobierne la izquierda
en España. Ella sabe que puede contar con una oposición de derechas responsable
y leal. Mas no se engañen los españoles de derechas pensando que un gobierno
más afín a sus ideas haría las cosas significativamente mejor.
Todo Occidente sufre el mismo problema. Tenemos políticos
profesionales del discurso y de las estadística del impacto en los medios, pero
no hay buenos gestores profesionales en la política. Éstos optaron por la
actividad privada, que paga mejor y donde no se sufre el látigo de los medios.
Y todo Occidente padece también unos periodistas mayoritariamente sesgados a la
izquierda, que aún creen que deben defender ideas como la de “progresismo”,
aunque la evidencia haya mostrado que a menudo ese supuesto progreso sólo
conduzca a la muerte, la miseria, la censura y los campos de concentración.
Mientras que no se exija a los políticos que sepan gestionar y a los
periodistas que se ciñan a la verdad, nuestras sociedades poco progresarán. Y
por tanto, en graves situaciones de crisis, como la presente, no esperemos
milagros de ellos.
Afortunadamente, España no tiene un gobierno de derechas.
Tiene un gobierno legítimo y democrático. Y con legitimidad y democracia podrá
cambiarlo cuando esta guerra acabe. Porque creo que cuando esta guerra acabe,
los ciudadanos, libres y más sabios, sabrán juntos encontrar para España un
camino mejor.
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