Había una vez un país mediterráneo donde el Ministerio del
Interior creó una policía política que se dedicó a investigar, sin control judicial, a los rivales del
Gobierno y sobre todo a los independentistas. Todo esto ocurría bajo las
órdenes del mismo partido que hoy pide la dimisión de un ministro.
En ese país mediterráneo, hay que recordarlo, hubo un
delincuente disfrazado de cura, pagado con los fondos reservados del Ministerio
del Interior, que se coló en la casa del extesorero del partido en el Gobierno
para secuestrar a su familia a punta de pistola, al grito de "dónde está
el puto pendrive"; a la caza y destrucción de pruebas que presuntamente
incriminaban a la cúpula del partido en el poder.
En ese mismo país es un lugar donde los fondos reservados del
Ministerio del Interior, que se pagan entre todos con los impuestos, se usaron
para sobornar al chófer de un tesorero, al que el Gobierno presuntamente quería
espiar para evitar que se fuera de la lengua sobre los sobresueldos en negro
del partido en el gobierno.
En la cloaca policial de ese país mediterráneo se fabricaron
pruebas falsas e informes contra los principales dirigentes de los partidos de
la oposición.
Fue en esos años, por esos méritos, por los que el entonces
ministro del Interior condecoró al comisario Villarejo, hoy imputado en una
treintena de casos de corrupción.
Ese mismo país tiene un cuerpo policial que elabora informes
plagados de bulos, errores y mentiras para acusar al Gobierno de varios delitos
sin base alguna. Se llega incluso a manipular las palabras de un testigo para
que diga exactamente lo contrario a lo que dijo en su declaración. Son unos
hechos gravísimos que conllevarían algo más que una simple destitución de un
mando de ese mismo cuerpo policial que, por cierto, es un puesto de libre
designación.
Dicho todo lo anterior, es intolerable que el ministro del
Interior se interese por una investigación policial que afecta al Gobierno.
También es intolerable que ese mismo ministro cese a ese mando policial por no
avisar de un informe, encargado por una jueza que investiga a un dirigente del
partido en el poder.
Ahora bien, el partido que esté libre de esos pecados que tire
la primera piedra y solicite su dimisión, pero el principal partido de la oposición
no está libre de ninguno de esos pecados.
Es solo una opinión ante la avalancha de hechos en ese país
mediterráneo maltrecho y atacado por el virus de la sinrazón.
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