Erradicar las
denominaciones iniciales puede ser una misión imposible. Pero en el caso del
presidente de Estados Unidos, no es casual que en los últimos días se haya referido
al microorganismo como “el virus chino” o “el virus de Wuhan”, por la provincia
china donde se registraron los primeros casos: es su forma de responder a los
intentos de Pekín de culpar al ejército estadounidense de su propagación. China
se ha declarado “indignada” por sus palabras, que consideró “estigmatizantes”.
El término “virus
chino” había sido utilizado ya por el secretario de Estado, Mike Pompeo, y
varios congresistas republicanos. A mediados de febrero, el senador republicano
Tom Cotton señaló sin pruebas a un “superlaboratorio” cerca de Wuhan como
origen del virus y prometió hacer rendir cuentas a “los responsables del daño
causado al mundo”.
Trump sólo ha
empezado a utilizar el término esta semana, después de que el portavoz del
Ministerio de Exteriores chino, Lijian Zhao, difundiera en Twitter una teoría de la conspiración y dijera que “es posible que el ejército
de EE.UU. nos trajera la epidemia a Wuhan”, apoyando falsamente sus
insinuaciones en unas declaraciones de Robert Redfield, el director de los
Centros de Control de Enfermedades (CDC). Con anterioridad, el doctor Zhing
Nanshan había sugerido que el virus pudo no haberse originado en China.
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