En un interesante artículo, titulado “El fascismo que viene” publicado en
El País, su autor, Enric González, señala que el fascismo puede definirse de
muchas maneras y que su esencia consiste en “una reacción agresiva de la
mayoría contra las minorías”. Desde luego, se trata de una nueva
caracterización de este movimiento político que no me atrevo a discutir, pero
de la que no hay ni el más mínimo rastro en las acepciones que tiene de esta
palabra el Diccionario de la RAE.
Hasta ahora, y siguiendo la significación gramatical de nuestro
Diccionario, además del movimiento político y social de carácter totalitario
que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX, el término
fascismo se empleaba para referirse a “una actitud autoritaria y
antidemocrática”. Pero, sea de esto lo que fuere, tengo para mí que, debido a
la conveniencia de poder utilizar este insultante término contra los
adversarios políticos, la izquierda está construyendo un concepto nuevo de
fascismo caracterizado, no por su precisión y rigor, sino por su amplitud y
elasticidad para poder “lanzárselo” a todos los que convenga.
Y es que de lo que se trata es de tener a mano esa expresión para poder
aplicarla a movimientos políticos que se atreven a defender democráticamente
unas ideas claramente distintas a las que conforman el “catálogo” del “perfecto
izquierdoso” de nuestros días: ese sujeto que, con una insultante e inadmisible
superioridad moral, nos va diciendo en cada momento lo que tenemos que pensar
el resto de los mortales para que nos pueda tocar el dedo de la gracia
progresista y ungirnos como “intelectuales de progreso”.
El innegable éxito del centro-derecha en las elecciones andaluzas de ayer
le está escociendo tanto a las izquierdas que, lejos de asumir la posición
crítica que exige el análisis inteligente de la derrota, están proyectando el
cañón de luz de su análisis electoral sobre el partido de aquella franja
ideológica que obtuvo el menor número de escaños (12 de VOX, frente a los 26
del PP y 21 de C,S). Y lo hacen para meternos miedo, para advertirnos de que
con VOX viene el lobo autoritario y antidemocrático. Esta táctica bufonesca de
los perdedores no resiste un análisis serio, ni desde la propia óptica del
partido en el Gobierno, ni desde la de VOX.
Desde la perspectiva del PSOE, a toda persona medianamente informada le
tiene que llamar la atención que sea precisamente un partido que se ha apoyado
en los comunistas, los antisistema, los independentistas y los filo-terroristas
para llegar al poder, el que se atreva a advertirle al PP y a C,s de pactar con
partidos escasos “de dosis democráticas”, como VOX, que es sin lugar a dudas
mucho más democrático que los comunistas caribeños, los golpistas catalanes y
los filo-terroristas vascos.
Si no queremos hablar de oídas y queremos calificar las cosas por lo que
nos parecen y no por las consignas que nos trasmiten, para saber si VOX es o no
un partido fascista o de ultra derecha, me permito recordar sus 10 principales
propuestas programáticas que defendió en las elecciones andaluzas: Unidad de
España; recortar el despilfarro; un solo sistema educativo y sanitario; reducir
los impuestos al mínimo; apoyar a los que crean empleo y riqueza; apoyar a la familia,
la vida y los valores; luchar contra la corrupción; cierre de las mezquitas
fundamentalistas; control de la inmigración; y recuperar el peso de España en
Europa y el Mundo.
¿Me puede decir alguien de ustedes cuál o cuáles de estas propuestas ideológicas
son antidemocráticas y autoritarias? ¿Hay alguna que suponga una vulneración
flagrante de la Constitución? ¿Puede considerarse el control de las fronteras y
la expulsión de los imanes extremistas una agresión de la mayoría o se trata de
medidas que respetan los derechos que reconoce nuestra Constitución a los
extranjeros? Y finalizo con una reflexión: en la actual situación de España ¿a
quién hay que temer más “al fascismo que viene” o al “Podemismo madurista” que
ya está presente en nuestro país y que trata de infiltrase poco a poco en los
entresijos del poder para ocuparlo definitivamente y no devolverlo jamás?
¿Les parece señores sesudos intelectuales de izquierdas que no debemos
temer al señor Pablo Iglesias ese paradigma de demócrata que haya llamado a
“salir a la calle” porque no está conforme con el resultado electoral?
Respóndanse ustedes mismos.
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