Los londinenses han elegido por primera vez en la historia de la bronca Occidente-Oriente un alcalde que es de religión distinta de la teórica mayoría. Pero en este caso es muy destacable que sea musulmán, cuando la bronca religiosa y algo más lo impregna todo de yihadismo. Por suerte, todavía —y esperemos que nunca— no hay ningún discurso potente desde el catolicismo que se oponga abiertamente a los infieles y tenga seguidores.
Sadiq Khan es un producto perfecto del Estado de bienestar. Tiene 43 años y es hijo de un emigrante paquistaní, estudió en escuela pública y aprovechó todas las ventajas del socialismo, que cambió drásticamente la sociedad inglesa de posguerra. Ha ganado por una mayoría muy notable, y con un discurso de tolerancia sin doble fondo. Por ejemplo, y eso es muy importante para los musulmanes, ha estado a favor de las leyes que han normalizado la homosexualidad en Inglaterra.
A Sadiq Khan se le oponía Zac Goldsmith, multimillonario y típico representante tory, y le ha ganado por goleada, y eso significa que Londres nos está dando una lección importante a todos los europeos siguiendo la tendencia de París, que ya había elegido a una hija de emigrantes, o de Madrid, que ha votado a una luchadora por los Derechos Humanos.
Socialista y moro, cualquier día de estos y como castigo por no saber votar, se desbordara el Támesis.
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