Aún estaba yo intentando asimilar la noticia dada por Garzón de que Franco ha muerto cuando me enteré de que en medio de un acto de apoyo al que el Sr. Leguina ha llamado «Juez campeador», Cristina Almeida se refirió al escritor D. Cesar Vidal , bueno más que al Sr. Cesar, se refirió a sus libros, para indicar que no le gusta verlos cuando entra en El Corte Inglés y que hay que quemarlos junto con los de otros autores.
Confieso que la noticia me dejó perplejo, casi tanto como al enterarme de que Franco ha fallecido. Por un lado, no termino de entender qué puede tener contra las novelas y los libros del Sr. Vidal, la Cotorra Roja de doña Cristina. Al ser el 20 de noviembre pensé que la exdiputada Almeida había saltado de lado y de la izquierda se había pasado a ese nacional-socialismo alemán que hizo bueno lo de que «quien comienza quemando libros acaba quemando personas».
La señora Almeida no es que sea un patrón de belleza ario y no me consta que domine tampoco la lengua del papa Ratzinger, puede ser que esto le venga de familia.
Cuenta la historia que: Manuel y Antonio Almeida. Al estallar la Guerra Civil, Manuel fue detenido por los milicianos del Frente Popular por que había actuado en la preparación del golpe del 18 de julio del 1936. Tuvo suerte por varias razones. La primera porque no fue fusilado como otros millares de compañeros y la segunda porque el 14 de agosto, las tropas de Yagüe llegaron a Badajoz y los Regulares de Asensio avanzaron con más rapidez gracias a la ayuda de Antonio Almeida, este destacó militarmente y continuó la guerra enrolado en una Bandera de la legión, llegando a ser redactor de «Hoy.
En la posguerra, Manuel Almeida hizo carrera en el franquismo e incluso tuvo una hija que recibió en el bautismo cristiano el nombre de “Cristina”.
Dios mío, si algunos fascistoides de la guerra civil levantaran la cabeza y vieran en que se han convertido sus amados hijos, seguro que se morían de nuevo.
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